jueves, 14 de abril de 2011

Horror Vacue

Se encuentra al borde del vacío. Su mirada se pierde en un horizonte lejano que no le permite elucidar el porque de su acción. Constantemente mira hacia abajo, pensando en algo similar al dolor, aunque no es dolor. El tono oscuro de un pavimento callejero, sencillamente no le permite sentir su alma como querría sentirla; agujero negro del sinsentido de su vida. Sus desdichas son muchas y sus alegrías ya ni las recuerda. Sin embargo, en el medio de su desesperada meditación, algo similar al instinto de conservación le impide lanzarse al vacío. ¿Su esposa o su hijo?, o talvez, ¿la responsabilidad de su enfermedad y sus deudas? Ya ni siquiera lo recuerda porque solo tiene presente morir. El vacío, ese horroroso vacío que solo sabe que será un comienzo del fin, ¿O tan solo de un fin?

Ahora mira sigilosamente hacia abajo, como simulando estar mirando la punta de sus zapatos. Paradójica, estúpida y banalmente piensa en cómo quedará su calzado cuando ya no exista su portador. Pero es tan solo una disculpa para evitar el momento final, porque la decisión ya está tomada ¿O ha sido tomada? Tal como el pichón de un ave aprendiendo a volar, de igual forma Luis flexiona su cuerpo para viajar hacia el infinito. Respirando profundamente, para tomar esa decisión definitiva en el último halo de su expiración. Y salta; salta con la impresión autosugestionada de que podrá volar para huir de los problemas que inútilmente ha arrastrado con él.

Años después, una milésima de segundo antes de tocar la tierra, entiende por qué razón no quería morir. Pero la vida se ha ido en vano y ya no hay nada que pueda hacer. La nota que él dejara anunciando su decisión, se ha borroneado por el paso intransigente del tiempo; la carta que su esposa le ha enviado diciéndole que lo amará por siempre, ya no podrá leerla. Al igual que tampoco podrá ver a su hijo emulando al padre que tal vez nunca tuvo. El día de hoy, Luis se ha levantado de la camilla en el hospital en donde estuvo en estado de coma por espacio de catorce años, solo para cumplir con lo que había dejado truncado. Ahora, en este momento, la vida verdaderamente se ha ido en vano.